Una casa de barro

Eduardo Piaggio

Una semana en una casa de tierra bastó para imaginar que alguna vez podríamos vivir en una parecida. Y tuvieron que pasar unos cuantos años entre aquellos días y este escritorio hecho de barro, en el valle de Punilla, donde escribo ahora.


En el medio vinieron los hijos y la necesidad de una casa. Entonces las mingas, ir a visitar obras, aprender todo lo que más que se pudo. Así nos fuimos encontrando con la bio-construcción y sus formas de habitar.


Pero cuando arrancamos a construir, sucedió algo. Comenzamos a hacer la casa en un lugar y la terminamos en otro. Y no fue que mudamos la estructura de palos. Sino que en el medio (siempre hay varios en el medio) surgió la posibilidad de trocar los proyectos. Así, lo que sería nuestro hogar en la pampa húmeda bonaerense, lo terminó siendo en el monte cordobés. Monte nativo que está muy amenazado, vale decir, por la presión de intereses que pugnan por el territorio. Pero eso sería otra nota.


Y así fue que sobre una base construida de treinta metros cuadrados, anexamos otros cuarenta metros (un living, dos habitaciones y un escritorio).


Las técnicas, los métodos y las formas de encarar un proyecto en barro pueden ser muchos: depende de cada quién y su entorno. Aquí contamos una parte de nuestro proceso.

La quincha húmeda

Partimos de un diseño simple. Y con la guía de una pareja de bio-constructores, pusimos manos a la obra. Contar con alguien de experiencia durante el proceso es algo muy positivo y necesario.


La estructura principal es de palos (columnas y vigas) sobre la cual se afirman las aberturas. Para los muros de nuestra casa utilizamos la “quincha húmeda”. Se trata de una técnica ancestral que, en resumen; consta de generar un armazón horizontal con cañas, maderas (o alambre galvanizado). Y sobre esa base, se van atando de manera vertical, uno al lado del otro, unos largos manojos de paja embarrada (chorizos se los llama). Cuando secan forman un muro muy compacto y resistente. Listo para cargarle las capas de revoque (grueso, medio y fino).


Podríamos decir que esta técnica de construcción se asemeja al tejido de un poncho donde las fibras se entrelazan. En este caso, los palos (verticales) las cañas (horizontales) y la paja embarrada (verticales) generan una trama unificada, toda cocida con alambre. Esto aporta solides a la estructura.

La mezcla

Una especie de pileta (la cancha de barro) hecha con troncos y plásticos nos sirvió para preparar el material. Y allí fuimos volcando interminables carretilladas de arcilla, de bosta de caballo, arena, algo de paja y agua.


Utilizando en gran parte el agua cosechada de la lluvia, porque aquí cada gota cuenta. Luego comenzamos a pisar esos materiales, dando vueltas en círculos, removiendo lo más posible hasta alcanzar el “ligue”: la fusión de los elementos. La aparición de una capa superficial blancuzca fruto de la fermentación y el movimiento es la evidencia irrefutable que ya está, que se ligó. Y es ahí donde se forma un gran pastón de barro, la materia esencial. Que no debe quedar muy liquida ni compacta, para poder adherirse sin dificultad y revestir las paredes.

Poner barro

Y ahora sí, por fin, se toma la mezcla entre las manos y se la suelta sobre la pared seca de paja embarrada. Cacheteado le llamaban los criollos a ese movimiento de pegar el barro como dando golpecitos. Y hay que cachetear hasta cubrir toda la superficie con una, dos y tres manos de revoque. A más fino el revoque, menos cantidad de paja. Durante la tercera mano se utiliza una cuchara del albañil para alizar la superficie. Luego vienen las terminaciones; cerrar las grietas con una esponja y darle otra mano de arcilla y cal a modo de pintura.

La minga

Por esta casa pasaron muchas manos además de las nuestras; se organizaron mingas, se dio un taller y en ocasiones trabajamos con un albañil. Se generaron nuevos vínculos y se estrecharon otros. Minga en quechua, se refiere al trabajo en beneficio de la comunidad. Una práctica central de la organización social originaria, utilizada en muchas actividades productivas. En la construcción natural las mingas son el lugar donde se aprende y se avanzan las obras. Es también la oportunidad de entrar en contacto con las técnicas, los materiales y la práctica. Es el espacio donde se pone el cuerpo y circulan los saberes. Y realmente es mucho lo que se puede lograr durante una tarde entre diez y quince personas trabajando a la par, con todos los materiales y herramientas a su disposición.



En los últimos doscientos años fuimos perdiendo el legado de construir con aquello que tenemos a nuestro alcance. Y durante las últimas décadas, la tierra fue desprestigiada como material de construcción. Hoy sabemos que el barro, además de ser un material accesible para la autoconstrucción, cuenta con varios beneficios. Su porosidad le permite absorber y eliminar la humedad del ambiente más rápido y en mayor cantidad que cualquier otro material industrial. Las casas de barro suelen ser frescas en el verano y calentitas en invierno. Pero como doscientos años no son nada en el viaje de la especie; el legado está más cerca de lo que parece. Es cuestión de armar la mezcla, pisar, usar las manos. Es cuestión de recordar.

Eduardo nació en Luján y hace cuatro años que se mudaron con su familia al valle de Punilla, Córdoba. Trabaja como docente y escribe. Allá aprendió a reconocer y a tomar yuyos; casi todos son medicina y alimento. Camina, junta leña, lee bastante.