Notas de viaje en Brasil

Ana Paula Armendariz

Grumari

Llegué a Río un domingo de mayo. Salí de Buenos Aires a la mañana con frío y lluvia pero sabiendo que 3 horas después estaría en la playa con Diego, mi amigo que me hospedaría, tal como me lo había dicho. Imaginé que iríamos a las playas conocidas pero no. Fuimos en auto escuchando Samba pra burro, disco de Otto, cantante de Pernambuco, hacia Grumari, que está en un área de protección ambiental a la que van muchos surfistas.


En el camino nos pusimos al día con nuestras vidas, hacía 13 años que no nos veíamos! Allá nos encontramos con Agnese y Vaclav, una pareja amiga de él, ambos europeos y profesores de letras en NY. Fui corriendo a zambullirme al mar, sin poder creer el contraste de ese día y nadé con Vaclav, que no le tiene miedo a nada por lo que comprobé en el mar. Las olas eran fuertes, al contrario de la suavidad aparente. Comencé a reírme a carcajadas, me sucede eso cuando el mar me sacude, me cambia de lugar. Debe ser una mezcla de miedo y adrenalina lo que me hace tentar. Al rato se acercó un bañero a prevenirnos, porque estábamos justo en medio de dos canales, dos fuerzas opuestas. Salí y aproveché a fotografiar esas olas y él se quedó sin hacer caso a ninguna advertencia. A medida que pasaban los minutos el mar iba virando de turquesa a un color rosado, muy parecido al de la tapa del disco Casa de Ryuichi Sakamoto con Jaques y Paula Morelenbaum, que había comprado ahí en 2003.

Diego

Conocí a Diego Portas en Buenos Aires, durante la crisis argentina de 2002, en la que muchos emigraban a trabajar afuera. Vino al estudio de diseño que tenía con mi ex marido para que le diseñáramos su carpeta de trabajos de arquitectura y así buscar trabajo en Río de Janeiro.


Desde entonces vive allá. Al principio colaboró con el arquitecto Jorge Mario Jáuregui en el proyecto Favela barrio (edificaciones de interés público y social dentro de las favelas) y después continuó haciendo obras con su estudio propio y dando clases en la Facultad de arquitectura y urbanismo de la Universidad Federal de RJ. Vive en Santa Teresa con 3 gatos blanco y negro a los que llama Comando preto e braco. Ya me había hospedado en su casa en 2003, cuando viajé recién separada, bastante triste y confundida y tuve un edema de glotis que me hizo salir corriendo hacia Gloria a buscar una farmacia que me salvara. Ahora, 13 años después, y otra vez en su casa, pude conocer al fin la ciudad de la alegría y no de la “alergia”.

Rua Cándido Mendes

Subía y bajaba diariamente por esa calle que va desde el Metro de Gloria hasta el barrio de Santa Teresa, donde me hospedaba.


En el viaje anterior en 2003 subía en el bondinho, un tranvía como los de Lisboa, y bajaba a pie. Mientras desayunaba cada mañana un bol de açaí* en un bar pequeñísimo sin nombre frente a Cafecito (el café al que van los turistas) leí en un periódico barrial que el bondinho ya no circula porque hace unos años atropelló a una persona y decidieron mantenerlo sólo con fines turísticos funcionando un par de horas diarias. Continuaba diciendo que ahora el peligro eran los colectivos que pasan a toda velocidad y que ya atropellaron a varias personas y tiraron postes de luz. Las veredas de Santa Teresa se afinan tanto que te dejan de repente caminando sobre el empedrado de la calle y luego de leer esa noticia, dividía mi atención entre eso y los helechos de todos colores que nacían de las paredes -los culantrillos rosados fueron un hallazgo-.


Ese árbol flaco de tronco claro que crece tan decidido y termina dando esas flores suaves rojizas era mi referencia para saber que estaba justo a mitad de camino.

Joo Mantuano

Un domingo a la nochecita fuimos a Mike´s Haus Imbiss, el bar de la ex mujer de un alemán que tiene otro llamado Mike´s Haus un poco más arriba, y nos sorprendimos con un trío -bajo, teclado y guitarrade chicos muy jóvenes que estaba tocando. João Mantuano Trío se llaman y su líder João me contó que tiene 20 años. Todo el bar conocía las letras y cantaban muy felices. Pensé entonces que se trataba de una banda de covers pero al encontrarlos en Facebook vi que la mayoría de los temas son de su autoría. En algún post suyo veo esta foto bellísima de él en un bote y en otro leo:


Sambá sambei sambou uo uo uo lá lá lá mas que legado interessante blá blá plei plei tem tem de quem quem quem de quem quem quem tudo do dudu, pla catum pla pum, tudo do dudu é da d’addário estive, pá , na pá casa verde, pleido que será um cá cá cá flep flep bong do doi dodoi comi um croquete zap zap whats app Como todo domingo do ano, 19 horas o Mantuano Trio se apresenta no largo dos guimarães, couvert 10 reais.


Su escritura tiene el ritmo de la samba y me gusta que sigan tocando hasta fin de año ahí mismo, alegrando a todos el final del domingo. Me pregunto si existirá en Buenos Aires algún bar en el que nos juntemos todos a cantar canciones que aprendimos de tanto escuchar y me doy cuenta que esa cultura de zapar se da mucho en lugares cercanos al mar. Recordé los veranos en Cabo Polonio y el comienzo de Onda Vaga, cuando años atrás, en la sobremesa se juntaban a improvisar y a escribir canciones juntos en la playa.

Entregar la cabeza

Una tarde estábamos en la praia mirando el mar, como cada día, y las chicas me propusieron hacer una flotación. Entramos al mar y comencé yo. Hice la plancha y me tomaron una de los pies y la otra de los brazos y me fueron guiando. Solté todo control, me dejé llevar, sin miedo a que las olas rompieran sobre mi cara. No pesaba nada, mi cabeza tampoco y seguía el ritmo del mar sin interferir. Entregaste hasta tu cabeza! gritó una. Algo parecido sucedió en una clase de canto, con la técnica Rabine, que hice con Débora Gotlib.

Desde lejos era una isla

Las paredes de la playa de Pipa son de arena, arcilla y roca de colores. Hay naranjas, amarillas, rosas, violetas, verdes, azules y negras. Colores que con el turquesa del mar y del cielo vibran aún mejor. Un día encontré una roca chiquita de todos estos colores y cuando la levanté, planeando agregarla a mi altar de cosas encontradas, se me desarmó completamente. Ahí entendí que era de arcilla. Y noté que una parte de la pared -amarilla/naranja/rosa- que a la mañana estaba intacta, a la tarde estaba derrumbada. Rocas frágiles, que se desarman, que son blandas?


Hay un libro de Bruno Munari que se llama From afar it was an island que comienza diciendo: Vistas desde lejos algunas piedras son como un pequeño mundo con sus continentes, islas y mares. Así es como ven los astronautas al planeta Tierra envuelto en nubes. Las piedras son esculturas del mar y de los ríos. Cada una es diferente del resto. No hay dos rocas que sean iguales y cada una es única, como una obra de arte.

Ana es diseñadora gráfica y fotógrafa, diseña libros infantiles y fotolibros, colabora con revistas como Vein Magazine, Apartamento, Transit, Ecocolo y Papersky, entre otras.
Flickr de Ana